El día 3,666

 

El día 3,666


    Cuando llegó el último día de terapias, mi optimismo se derrumbó, recibí el diagnóstico de la doctora Orozco, que me describió como infantil, hipersensible, egoísta, manipulador, ambicioso y delirante; mi caso y remedio estaba más allá de la medicina, la psiquiatría o la religión. Además, me dijo que los exámenes que respondí, estaban llenos de mentiras, seguía engañándome y la solución a mis problemas estaban en mis manos. Conté 3,666 días que pasé sin poder dormir, sin encontrar fármaco alguno que me pudiera ayudar a pernoctar y tener paz. Sólo tenía que admitir esa media verdad que solo yo, Dios y el diablo conocíamos. Conté meses, días, horas, segundos; frustrado, noctívago. Casi agónico movía mi sombra con sus muchos kilos de ansiedad, sentí que mi cabello bobo, entrecano se me convirtió en pelaje de coyote viejo, triste y atemorizado. En el comercio padecí diez años de graves descalabros económicos en los que viví acosado por acreedores implacables. “Los bancos no tienen corazón me repetían los amigos”. Mi estado de salud era desconcertante me miraban con un caso raro. Ningún método tenía éxito. Hasta que mi cuñado, me recomendó La Esmeralda, una clínica de recuperación para adictos y enfermos mentales; donde él se recuperó de la terrible adicción al casino con la colaboración de su familia. Me sentí derrotado, comencé a llorar por dentro, mientras salía de la sala. De pronto solté una carcajada envuelta en llanto y así continué hasta que me cansé de reír y llorar a unísono. Experimenté una nueva emoción y sentí que ese día podría dormir y vivir. Era el día 3,666, salí de la clínica, culminé mi programa de recuperación. Yo Omar Kaín, llevaba en mi pecho una firme determinación. “Me casaré con mi amada y me olvidaré definitivamente de mi primera esposa, por quién después del divorcio, me hundí en estos días tóxicos.”

EDGAR IVAN HERNANDEZ, Cuentista salvadoreño, Cojutepeque (1965-)



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